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lunes, 24 de febrero de 2014

LA IDIOTEZ Y EL ARREPENTIMIENTO...

                     

http://www.tlc.com/tv-shows/americas-worst-tattoos



   No creo mucho en el arrepentimiento. Pienso que si voy a hacer algo de lo que me voy a arrepentir, mejor no lo hago. Pero no puedo negar que una y otra vez  terminé en situaciones en las que hubiera preferido no estar. Trato de construir sobre lo que viví en vez de pretender que nunca pasó. Cada uno tiene que lidiar con su historia, no soy quién para decirles lo que tienen que hacer.
  Digamos que se hace lo que se puede, y obramos de acuerdo a nuestros estados momentáneos de conciencia, que no siempre son lineales y concatenados. Según Don Ouspensky, en el hombre que duerme o que se queda en el nivel 1 y 2 de los estados de desarrollo de conciencia al que el hombre puede acceder, una caterva de “Yos” conviven en él y se apoderan de su atención momentánea,  así que se puede decir que nosotros, los que dormimos y nos tatuamos, no tenemos  un yo lineal sino que estamos fragmentados en millones de "yos", hasta que nos redimimos y evolucionamos mediante la auto-observación y otras prácticas que Don Ouspensky pregonaba. Ahí accedemos a niveles superiores de conciencia. El tema es que no siempre estamos en control de lo que hacemos y terminamos enroscados en situaciones en las que  no podemos entender cómo llegamos ahí. Un tatoo puede quedarnos como souvenir de uno de estos momentos.
. Nunca me hice un tatoo estando en equilibrio mental y centrado, siempre fui como "raptado" por las sensaciones más diversas cuya única resolución era "tatuármelo", así que se puede decir que no me pude controlar y dejarlo pasar, me tenía que tatuar. Claro, siempre tratando de seguir un proceso creativo en el que el tatoo fuera punto cúlmine de ese proceso.   Entiendo que lo que hoy te gusta mañana ya no, no hay nada objetivo en el gusto, es más no podés entender cómo era que te gustaba eso, y para mí el tatoo es parte de esa dinámica, ya que es imposible que algo te interese de una manera estática o uniforme durante toda la vida. Los tatuajes son las cicatrices de ir a la guerra con tu propio psiquismo.

   Todo pasa, todo se transforma, pero el tatuaje no. Salvo que te lo tapes y sea reemplazado por otro más cool. Lo que me revienta del programa "America´s Worst Tatoo" es esa idea de que hay que tapar lo que a la vista de todos es un mal tatuaje, con tatuajes perfectos bien hechos y aburridos. Es como hacer de cuenta que ahí nunca pasó nada, y aspirar a la uniformidad y esterilidad del tatoo de plantilla que tantos llevan con motivos "Aceptables". Nada más horrible y falto de vitalidad para mí que eso; es como esos artistas que trabajan para vender en vez de seguir lo que realmente les interesa, algo así como pegarse una vuelta por ArteBA. Boring!!
   Una vez me crucé con un chico que tenía tatuado a Papá Pitufo en el cuello, y luego de un par de años de preguntas estúpidas y comentarios sobre ese tatuaje,  él decidió tapárselo con un zombie de una ilustración más tradicional y más "aceptable". Ahora en vez de preguntarle por Papa Pitufo le dicen: "Aguante guolkin ded!!" El pobre no pudo pagar el precio de su originalidad y autenticidad y decidió optar por la peor vía; erradicar a Papá Pitufo de su cuello.   ¿Quien tiene un Papa Pitufo en el cuello? ¿Alguna vez vieron algo tan magnífico y original?
 Tengo que decir que no estoy a favor de los "cover ups", ni de los tatuajes lindos y estériles. Si vas a hacer algo de lo que te vas arrepentir mejor no lo hagas, y si lo hiciste, nada más bello que llevar la cabeza en alto mostrando que aprendiste, porque ser impecable no es la perfección sino aprender de los errores y aceptarlos como parte de la vida, por más que al populi le parezca algo feo.


 


viernes, 21 de febrero de 2014

El Tatoo que vale...

  Los tatuadores locales se rasgan las vestiduras ante los nuevos hechos que llevaron a esta tendencia tan desagradable, a dividirse entre los "del palo", y los que de repente encontraron la veta económica ante la mainstrimización del tatoo... Especialmente por la llegada tatuados a los medios de comunicación, en reailitys, actores y actrices, mediaticos, deportistas y el engendro mega-goma que no es ningún goma de Tinelli. Cotidianamente se pasó de ver tatuajes tumberos a ver tatuajes elaborados y bien hechos todos los días, ya es algo completamente común y corriente que no le llama la atención a nadie, salvo que tengas un umbral de sorpresa de 0.01 que aunque sea algo difícil de creer, en las ciudades aún hay especímenes de este tipo.


   
LA LENTA TRANSICION DE  FRIKI a NEO-GRASA  
 Creo que algunos de los factores detrás de la mainstrimización del  tatuaje en el mundo post-moderno primero fue la estupidez humana, la banalidad, la superficialidad, la inmadurez, la necesidad de tener algo que te distinga de la masa, que te haga único (más allá de que sos único quieras o no, sino serías un clon pero eso es algo improbable y otro tema), pero ahora que la masa está tatuada se distingue el que no está tatuado, que paradoja.  También la puja de los tatuadores por abrir mercado, la cada vez más común aparición de tatuados en los medios, y luego en la calle y últimamente en el mundo del deporte, que es donde quiero enfocarme en este post.
  Es difícil saber a ciencia cierta qué determina que alguien se haga un tatuaje o no,  Por cada tatuado en el mundo no hay una razón sino millones y ninguna válida 100%. Muchos psicólogos y antropólogos tratan de imaginarse teorías reduccionistas para explicar el fenómeno del tatuaje pero no creo que sea algo posible.
 Me atrevo a hacer un pequeño y limitado análisis de lo que a mí me llama la atención. Si miras un poco te das cuenta que el tatuaje suele aparecer en ciertas situaciones, contextos o momentos específicos:
     -Entre presos.
     - Para experimentar.
     -Marca de pertenencia a tal institución, agrupación o movida X.
     -Para el pavoneo o para intimidar.
     -Marcar la piel para acompañar un estado momentáneo de conciencia, 
     -Recordar un momento, algo o a alguien.
     -Señal de que se visitó tal o cual lugar (el tatuaje del marinero)
     -Amuleto, protección, o simbolismo de la trascendencia.
     -Acompañando un proceso de transformación personal, 
       el tatuaje transforma externamente lo que se 
        transforma internamente.
     - Como algo ornamental.
     -La creatividad volcada al cuerpo.
     -Pendejo con guita y pocos limites.
     -Amigo tatuador te usa para practicar.
     -Un severo complejo de inferioridad.
     -Y saraza saraza…
   Yo comencé a tatuarme a mediados de los 90. Ya se empezaba a ver tatuados en Buenos Aires y era algo bastante común y accesible para los chicos de mi edad. Fue cuando prendió el furor, cada vez se veían más locales de tatuaje y era más fácil conseguir equipo para tatuar. Ya no era tan raro, pero todavía el tatuaje era parte de ciertas subculturas, ver a alguien tatuado me generaba una sensación muy extraña, me descolocaba. A mí especialmente me llegó la locura por los tatuajes viendo a mis ídolos músicos post-punks, metaleros y Hardcore. En los 90 era el ambiente donde estaban los "tatuados". Pasó mucho desde entonces y hoy casi que se ve  gente "muy" tatuada en todos lados, y es algo que trasciende a una subcultura específica. A mí personalmente ya no me genera nada verlo, no me llama la atención en lo más mínimo, salvo que vea algo muy interesante, original y auténtico. Más allá de eso ayer viendo a un jugador de futbol besándose los tatuajes y persignándose a través de  varias marcas que llevaba en su cuerpo, me di cuenta que por más que reniegue por haber perdido mi status de "especial" y de un día para el otro haberme convertido en un grasa sin poder hacer nada al respecto, realmente tengo que admitir que el tatuaje del futbolero es el tatuaje que vale. Esa marca en la piel opera en la realidad de ese jugador, responde a algo verdadero que lo ayuda en su desempeño y lo acompaña en el triunfo o en la derrota.  No es solo un ornamento que está por estar, ese tatuaje cumple una función.  Una de tantas teorías que leí también es que los guerreros se tatuaban para intimidar y distraer a sus oponentes, por ejemplo se tatuaban ojos, cosa que cuando estaban luchando distraían  a su oponente y en ese momento le reventaban el cráneo de un mazazo, o algo así. Creo que en el futbolista, en el boxeador y en el luchador de MMA también funciona de esta manera, cumple esta función "distractora". Así que realmente tengo que admitir, por más que me disguste y me dé bronca, que estos tatuajes son "verdaderos" y prácticos y son más importantes en ese terreno que en el de la facha a secas. O sea, los que valen.










jueves, 20 de febrero de 2014

Un cacho de carne y la heladera con patas...


Tengo que admitir, por más que me deje mal parado ante sus ojos que desde chico me gusta mucho el personaje de Robocop... Especialmente el robocop de las películas 1 y 2... Después medio que se fue al garete. Digamos que esa visión aparatosa de los cyborgs de los 80's tiene una mezcla de extrañeza, realismo y poca practicidad (especialmente en Robocop), que muchos de los cyborgs actuales ya no poseen. También, el que quiere, se puede conectar con esta historia para reflexionar sobre lo humano vs la modernidad y la deshumanizada vision de las corporaciones corporaciones. En síntesis, la historia es la de un desafortunado policía trabajando en un Detroit pre-apocalíptico, que de un día para otro y sin elegirlo se vuelve una máquina de hacer cumplir la ley. El desafortunado Murphy es transformado en un cyborg donde su cuerpo es reemplazado en un 70% por una heladera. A pesar de esto, y en contra de lo que buscaban sus creadores, lo humano "resiste" y es amplificado; el espíritu de murphy toma el control de la máquina y a pesar de las directivas para lo que fue creado,  trasciende su programa y  lucha por los oprimidos y marginados de la sociedad en un camino del héroe estilo noventoso. Originalmente, los primeros guiones (escritos por Edward Nuimeyer y Michael Miner, para luego ser retomados por Frank Miller en las secuelas) fueron retocados, censurados y "potabilizados" por los estudios, para adaptarlos al gusto de la época, como siempre, subestimando a los espectadores. Otro de los factores que influyó en estos cambios fueron  los retos técnicos que planteaban los guiones originales y las pocas posibilidades técnicas para llevar esa visión a la pantalla. Especialmente por la exagerada violencia, las heladeras cibernéticas y distintos electrodomèsticos gigantes que debian cobrar vida, los efectos especiales no estaban a la altura de la imaginación de sus creadores, hoy  día  es más viable lo que se queria entonces. Aún no vi la remake, estoy ansioso por saber cómo la resolvieron, y si pudieron darle a la peli lo que no tuvo al principio y hacer algo realmente interesante. Vamos a ver si llega a superar la mística del Robocop de 1987.
   Robocop 2 de 1990,  la secuela  fue escrita por el facho de Frank Miller, el quedó muy decepcionado con como se llevó lo que escribió al cine. Luego tuvo su revancha y se publicó  lo que él había planteado originalmente en formato de Comic. Este comic de 8 volúmenes es realmente zarpado, desborda de violencia, aparece un Robocop sobre-exigido y cascoteado (más aún que en la peli), se despliegan  más matices de la personalidad de Murphy, el conflicto hombre-máquina y su búsqueda de lo qué realmente es proteger y servir, muy recomendable tiene lo que le falta a la película.
  A continuación les dejo el guión original que la rompe.

      Robocop1 script.

Los comics de “Frank miller´s Robocop” los pueden encontrar fácilmente en torrent.


  También hay otra remake a la par de la original,  que creo que es la que vale, hecha con mucha amor por cineastas independientes donde cada uno se ocupó de una escena. Imperdible la escena nro. 27. si no te gusta ver penes baleados estallando no la veas.

Our Robocop Remake

 

Lado oscuro...

     Danzig Plagia a Pocho??? o viceversa, acá pescados infraganti...


miércoles, 19 de febrero de 2014

NO SOY UN HOMBRE QUE SABE. HE SIDO UN HOMBRE QUE BUSCA...

Para contar mi historia he de empezar muy atrás. Si me fuera posible, debería retroceder aún mucho más, hasta los primeros años de mi infancia, e incluso más allá en la lejanía de mi ascendencia.

  Los poetas cuando escriben novelas, suelen hacer como si fuesen Dios mismo y pudieran abarcar con su mirada toda una historia humana, comprenderla y exponerla como si Dios mismo la relatase, sin velo ninguno, revelando en todo momento su más íntima esencia. Yo no puedo hacerlo así, como tampoco los poetas. Pero mi historia me es más importante y es la historia de un hombre —no la de un hombre inventado, posible o inexistente en cualquier otra forma, sino la de un hombre real, único y vivo—. Hoy se sabe menos que nunca lo que es eso, lo que es un hombre realmente vivo, y se lleva a morir bajo el fuego a millares de hombres, cada uno de los cuales es un ensayo único precioso de la Naturaleza. Si no fuéramos algo más que individuos aislados, si cada uno de nosotros pudiese realmente ser borrado por completo del Mundo por una bala de fusil, no tendría ya sentido alguno relatar historias. Pero cada uno de los hombres no es tan sólo él mismo; es también el punto único, particularismo, importante siempre y singular, en el que se cruzan los fenómenos del Mundo, sólo una vez de aquel modo y nunca más. Así, la historia de cada hombre es esencial, eterna y divina, y cada hombre, mientras vive en alguna parte y cumple la voluntad de la Naturaleza, es algo maravillo y digno de toda atención. En cada uno de los hombres se ha hecho forma el espíritu, en cada uno padece la criatura, en cada uno de ellos es crucificado un redentor.

  Muy pocos saben hoy lo que es el hombre. Muchos lo sienten, y, por sentirlo, mueren más aliviados, como yo moriré más aliviado cuando termine de escribir esta historia.

  No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave y armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y a ensueño, como la vida de todos los hombres que no quieren más mentirse a sí mismos.

  La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, la tentativa de un camino, la huella de un sendero. Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo; pero todos aspiran a llegar a serlo, oscuramente unos, más claramente otros, cada uno como puede. Todos llevan consigo, hasta el fin, viscosidades y cáscaras de huevo de un mundo primordial. Alguno no llega jamás a ser hombre, y sigue siendo rana, ardilla u hormiga. Otro es hombre de medio cuerpo arriba, y el resto, pez. Pero cada uno es un impulso de la Naturaleza hacia el hombre. Todos tenemos orígenes comunes: las madres; todos nosotros venimos de la misma sima, pero cada uno —tentativa e impulso desde lo hondo— tiende a su propio fin. Podemos comprendernos unos a otros, pero sólo a sí mismo puede interpretarse cada uno.


  Herman Hesse para la  introducción de "Demian", publicado por primera vez en 1919.

MI PRIMER SET DE DESMOTIVADORES...









ME PREGUNTO SI EL BLOG DE BORGES SE HUBIERA LLAMADO BLORGES....



El hecho ocurrió el mes de febrero de 1969, al norte de Boston, en Cambridge. No lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 1972, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí. Sé que fue casi atroz mientras duró y más aún durante las desveladas noches que lo siguieron. Ello no significa que su relato pueda conmover a un tercero.
Serían las diez de la mañana. Yo estaba recostado en un banco, frente al río Charles. A unos quinientos metros a mi derecha había un alto edificio, cuyo nombre no supe nunca. El agua gris acarreaba largos trozos de hielo. Inevitablemente, el río hizo que yo pensara en el tiempo. La milenaria imagen de Heráclito. Yo había dormido bien, mi clase de la tarde anterior había logrado, creo, interesar a los alumnos. No había un alma a la vista.
Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde a los estados de fatiga) de haber vivido ya aquel momento. En la otra punta de mi banco alguien se había sentado. Yo hubiera preferido estar solo, pero no quise levantarme en seguida, para no mostrarme incivil. El otro se había puesto a silbar. Fue entonces cuando ocurrió la primera de las muchas zozobras de esa mañana. Lo que silbaba, lo que trataba de silbar (nunca he sido muy entonado), era el estilo criollo de La tapera de Elías Regules. El estilo me retrajo a un patio, que ha desaparecido, y la memoria de Alvaro Melián Lafinur, que hace tantos años ha muerto. Luego vinieron las palabras. Eran las de la décima del principio. La voz no era la de Álvaro, pero quería parecerse a la de Alvaro. La reconocí con horror.
Me le acerqué y le dije:
-Señor, ¿usted es oriental o argentino?
-Argentino, pero desde el catorce vivo en Ginebra -fue la contestación.
Hubo un silencio largo. Le pregunté:
-¿En el número diecisiete de Malagnou, frente a la iglesia rusa?
Me contestó que si.
-En tal caso -le dije resueltamente- usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge.
-No -me respondió con mi propia voz un poco lejana.
Al cabo de un tiempo insistió:
-Yo estoy aquí en Ginebra, en un banco, a unos pasos del Ródano. Lo raro es que nos parecemos, pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris.
Yo le contesté:
-Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie de serpientes, que trajo de Perú nuestro bisabuelo. También hay una palangana de plata, que pendía del arzón. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres de volúmenes de Las mil y una noches de Lane, con grabados en acero y notas en cuerpo menor entre capítulo, el diccionario latino de Quicherat, la Germania de Tácito en latín y en la versión de Gordon, un Don Quijote de la casa Garnier, las Tablas de Sangre de Rivera Indarte, con la dedicatoria del autor, el Sartor Resartus de Carlyle, una biografía de Amiel y, escondido detrás de los demás, un libro en rústica sobre las costumbres sexuales de los pueblos balkánicos. No he olvidado tampoco un atardecer en un primer piso en la plaza Dubourg.
-Dufour -corrigió.
-Esta bien. Dufour. ¿Te basta con todo eso?
-No -respondió-. Esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando, es natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano.
La objeción era justa. Le contesté:
-Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar.
-¿Y si el sueño durara? -dijo con ansiedad.
Para tranquilizarlo y tranquilizarme, fingí un aplomo que ciertamente no sentía. Le dije:
-Mi sueño ha durado ya setenta años. Al fin y al cabo, al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma. Es lo que nos está pasando ahora, salvo que somos dos. ¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir que te espera?
Asintió sin una palabra. Yo proseguí un poco perdido:
-Madre está sana y buena en su casa de Charcas y Maipú, en Buenos Aires, pero padre murió hace unos treinta años. Murió del corazón. Lo acabó una hemiplejía; la mano izquierda puesta sobre la mano derecha era como la mano de un niño sobre la mano de un gigante. Murió con impaciencia de morir, pero sin una queja. Nuestra abuela había muerto en la misma casa. Unos días antes del fin, nos llamo a todos y nos dijo: "Soy una mujer muy vieja, que está muriéndose muy despacio. Que nadie se alborote por una cosa tan común y corriente."Norah, tu hermana, se casó y tiene dos hijos. A propósito, ¿en casa como están?
-Bien. Padre siempre con sus bromas contra la fe. Anoche dijo que Jesús era como los gauchos, que no quieren comprometerse, y que por eso predicaba en parábolas.
Vaciló y me dijo:
-¿Y usted?
No sé la cifra de los libros que escribirás, pero sé que son demasiados. Escribirás poesías que te darán un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica. Darás clases como tu padre y como tantos otros de nuestra sangre. Me agradó que nada me preguntara sobre el fracaso o éxito de los libros.
Cambié. Cambié de tono y proseguí:
-En lo que se refiere a la historia... Hubo otra guerra, casi entre los mismos antagonistas. Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterllo. Buenos Aires, hacía mil novecientos cuarenta y seis, engendró otro Rosas, bastante parecido a nuestro pariente. El cincuenta y cinco, la provincia de Córdoba nos salvó, como antes Entre Ríos. Ahora, las cosas andan mal. Rusia está apoderándose del planeta; América, trabada por la superstición de la democracia, no se resuelve a ser un imperio. Cada día que pasa nuestro país es más provinciano. Más provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos. No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní.
Noté que apenas me prestaba atención. El miedo elemental de lo imposible y sin embargo cierto lo amilanaba. Yo, que no he sido padre, sentí por ese pobre muchacho, más íntimo que un hijo de mi carne, una oleada de amor. Vi que apretaba entre las manos un libro. Le pregunté qué era.
-Los poseídos o, según creo, Los demonios de Fyodor Dostoievski -me replicó no sin vanidad.
-Se me ha desdibujado. ¿Que tal es?
No bien lo dije, sentí que la pregunta era una blasfemia.
-El maestro ruso -dictaminó- ha penetrado más que nadie en los laberintos del alma eslava.
Esa tentativa retórica me pareció una prueba de que se había serenado.
Le pregunté qué otros volúmenes del maestro había recorrido.
Enumeró dos o tres, entre ellos El doble.
Le pregunté si al leerlos distinguía bien los personajes, como en el caso de Joseph Conrad, y si pensaba proseguir el examen de la obra completa.
-La verdad es que no -me respondió con cierta sorpresa.
Le pregunté qué estaba escribiendo y me dijo que preparaba un libro de versos que se titularía Los himnos rojos. También había pensado en Los ritmos rojos.
-¿Por qué no? -le dije-. Podés alegar buenos antecedentes. El verso azul de Rubén Darío y la canción gris de Verlaine.
Sin hacerme caso, me aclaró que su libro cantaría la fraternidad de todos lo hombres. El poeta de nuestro tiempo no puede dar la espalda a su época. Me quedé pensando y le pregunté si verdaderamente se sentía hermano de todos. Por ejemplo, de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros, de todos buzos, de todos los que viven en la acera de los números pares, de todos los afónicos, etcétera. Me dijo que su libro se refería a la gran masa de los oprimidos y parias.
-Tu masa de oprimidos y de parias -le contesté- no es más que una abstracción. Sólo los individuos existen, si es que existe alguien. El hombre de ayer no es el hombre de hoy sentencio algún griego. Nosotros dos, en este banco de Ginebra o de Cambridge, somos tal vez la prueba.
Salvo en las severas páginas de la Historia, los hechos memorables prescinden de frases memorables. Un hombre a punto de morir quiere acordarse de un grabado entrevisto en la infancia; los soldados que están por entrar en la batalla hablan del barro o del sargento. Nuestra situación era única y, francamente, no estábamos preparados. Hablamos, fatalmente, de letras; temo no haber dicho otras cosas que las que suelo decir a los periodistas. Mi alter ego creía en la invención o descubrimiento de metáforas nuevas; yo en las que corresponden a afinidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado. La vejez de los hombres y el ocaso, los sueños y la vida, el correr del tiempo y del agua. Le expuse esta opinión, que expondría en un libro años después.
Casi no me escuchaba. De pronto dijo:
-Si usted ha sido yo, ¿cómo explicar que haya olvidado su encuentro con un señor de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges?
No había pensado en esa dificultad. Le respondí sin convicción:
-Tal vez el hecho fue tan extraño que traté de olvidarlo.
Aventuró una tímida pregunta:
-¿Cómo anda su memoria?
Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años; un hombre de más de setenta era casi un muerto. Le contesté:
-Suele parecerse al olvido, pero todavía encuentra lo que le encargan.
Estudio anglosajón y no soy el último de la clase.
Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño.
Una brusca idea se me ocurrió.
-Yo te puedo probar inmediatamente -le dije- que no estás soñando conmigo.
Oí bien este verso, que no has leído nunca, que yo recuerde.
Lentamente entoné la famosa línea:
L'hydre - univers tordant son corps écaillé d'astres. Sentí su casi temeroso estupor. Lo repitió en voz baja, saboreando cada resplandeciente palabra.
-Es verdad -balbuceó-. Yo no podré nunca escribir una línea como ésa.
Hugo nos había unido.
Antes, él había repetido con fervor, ahora lo recuerdo, aquella breve pieza en que Walt Whitman rememora una compartida noche ante el mar, en que fue realmente feliz.
-Si Whitman la ha cantado -observé- es porque la deseaba y no sucedió. El poema gana si adivinamos que es la manifestación de un anhelo, no la historia de un hecho.
Se quedó mirándome.
-Usted no lo conoce -exclamó-. Whitman es capaz de mentir.
Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos.
Eramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el dialogo. Cada uno de los dos era el remendo cricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.
De pronto recordé una fantasía de Coleridge. Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor. Se me ocurrió un artificio análogo.
-Oí -le dije-, ¿tenés algún dinero?
-Sí - me replicó-. Tengo unos veinte francos. Esta noche lo convidé a Simón Jichlinski en el Crocodile.
-Dile a Simón que ejercerá la medicina en Carouge, y que hará mucho bien... ahora, me das una de tus monedas.
Sacó tres escudos de plata y unas piezas menores. Sin comprender me ofreció uno de los primeros.
Yo le tendí uno de esos imprudentes billetes americanos que tienen muy diverso valor y el mismo tamaño. Lo examinó con avidez.
-No puede ser -gritó-. Lleva la fecha de mil novecientos sesenta y cuatro. (Meses después alguien me dijo que los billetes de banco no llevan fecha.)
-Todo esto es un milagro -alcanzó a decir- y lo milagroso da miedo. Quienes fueron testigos de la resurrección de Lázaro habrán quedado horrorizados. No hemos cambiado nada, pensé. Siempre las referencias librescas.
Hizo pedazos el billete y guardó la moneda.
Yo resolví tirarla al río. El arco del escudo de plata perdiéndose en el río de plata hubiera conferido a mi historia una imagen vívida, pero la suerte no lo quiso.
Respondí que lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador. Le propuse que nos viéramos al día siguiente, en ese mismo banco que está en dos tiempos y en dos sitios.
Asintió en el acto y me dijo, sin mirar el reloj, que se le había hecho tarde. Los dos mentíamos y cada cual sabía que su interlocutor estaba mintiendo. Le dije que iban a venir a buscarme.
-¿A buscarlo? -me interrogó.
-Sí. Cuando alcances mi edad habrás perdido casi por completo la vista.
Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano. Nos despedimos sin habernos tocado. Al día siguiente no fui. EL otro tampoco habrá ido.
He cavilado mucho sobre este encuentro, que no he contado a nadie. Creo haber descubierto la clave. El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el encuentro.
El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha en el dólar.


   "El Otro" de Jorge Luis Borges 

BUENAS, BUENAS POR DECIMO TERCERA VEZ...

 Seguro se preguntan por que traer otro blog al pedo más a un mundo lleno de blogs al pedo que nadie lee.   Ya se que que no hace falta explicaciones pero se las doy de todas formas. Ya me pudrí de la verdurita, los vegetarianos y de Daniel Vitalis... tampoco se me ocurre que publicar así que decidí eXpandir innecesariamente el universo bloger con más pelotudeces como para asegurarnos de seguir bien dispersos y perdiendo el tiempo en internet.
¿Que van a encontrar acá?
 Contenidos multimedia que son dignos de mi dispersa atención, sin ningún tipo de catalogación especifica, Comics, libros, Descargas, reseñas de pelis y series, reseñas de exposiciones de arte, blogs, boludeces y miscelaneas, ensalsamiento y destronación de mis idolos, autocriticas y autobombos, pensamientos y reflexiones sueltas, etc. Todo lo concerniente a salud y derivados lo voy a seguir posteando en TOXINOBOY pero la idea es que ambos blogs se actualicen mutuamente, lo que no sea digno de aparecer acá, aparecera allà.

 Bon jour!!